Todavía a mediados del S XX hay muchos hogares sin agua corriente. También en los veranos secos son normales los cortes de agua en la red de distribución. El agua que se utiliza para cocinar y lavarse, bien sea traida de la fuente o recogida en casa, se guarda mayoritariamente en baldes y en grandes jarras de chapa esmaltada en blanco, algunas con diseños de gran belleza.
El afeitado de la barba ha ido evolucionando. Del empleo de la navaja que requiere afilado permanente y provoca cortes, se pasa a la innovación que supone la maquinilla de afeitar. Se recarga con hojas recambiables que se sustituyen fácilmente una vez que no apuran el corte. Aunque también hay inventos para reafilar y utilizarlas nuevamente. Sin embargo la industria innova de forma espectacular cuando en los años 50 diseña y lanza al mercado la maquinilla de afeitar eléctrica.
En el cuidado del cabello, al lado de las maquinillas, las tenacillas, rulos y demás equipo para corte y peinado se implanta en los hogares otra innovación: el secador eléctrico doméstico con un diseño parecido a una pistola (menuda idea!), que facilita y abarata los peinados, especialmente los femeninos.
Y ya dentro del campo de la belleza nos encontramos con otro invento de gran uso hoy en día aunque más perfeccionado: la lámpara de rayos UVA, la lámpara solar, que permite tener color de playa sin haber visto el mar. Aunque seguramente hoy en día esta lámpara de los años 60 estaría prohibida [????]
Y en el campo de la salud en los hogares se siguen utilizando los medios de toda la vida, lavativas, aspirinas, ungüentos y multitud de medicamentos. Eso sí con una presentación muy distinta a la actual.